Lulu es una tonta, tontisima
Pues sí, al contrario de lo que les pueda decir Lou, esto es muy cierto. Blah...
Esque está aquí, si no, otra cosa sería.
Hace mucho que no bloggeo, y sí hay algo que quería bloggear. Ahí va.
Hace algunos días, según yo, Finger se iba a morir.
Para los pocos de ustedes que saben la catástrofe que esto significa, sigan leyendo, se pone apasionante. Para los que no saben qué está pasando, sigan de largo a otro blog, que si están leyendo éste estoy segura de que conocen más. Si no, al lado hay una bonita lista de opciones.
Pues sí, estaba en mi cama y llegó Finger. Se había peleado uno o dos días antes en el techo de mi casa. Se oyó épico el asunto. Y cuando lo vi tenía los ojos cerrados, rojos completamente, de color sangre, no la cosa rosa que nos pasa a nosotros cuando tenemos los ojos "rojos". Lo acaricié tantito, preocupada, pensando que no podía hacer mucho entonces y me volteé a hacer mi tarea en la compu.
Momentos más tarde, Finger dejó caer la cabeza sobre mi cama. Se sintió horrible, un golpe pesado y con un dejo de fatalidad espantoso. Me levanté de inmediato y lo empecé a llamar. No respondía. Y ya saben cómo maulla Finger y con qué regularidad. Total, me puse a zarandearlo y aún así no levantaba la cabeza. Por fin vi que estaba respirando, aunque con dificultad. Obviamente yo tenía pavor de que me levantara en la mañana para tomar el cuerpo inherte de Finger entre mis brazos e ir llorando al cuarto de mi madre. Pero cuando me decidí a dormirme y apagar la luz, Finger se levantó y se fue.
Más tarde en la noche regresó para despertarme con tonalidades de violín. Ahora todo está bien. Ya no tiene los ojos ni hinchados ni rojos. Sólo le quedan las cicatrices de la pelea. Quiero mucho a mi gato. Ojalá que a él también le queden unos doscientos años. Si no, creo que ya hay manera de clonar mascotas. Finger XV.