Este espacio es para expresar ideas y pensamientos personales. No tiene como objetivo ofender.

julio 18, 2004

Disco uno de cuatro

Vuelvo al código.  Nadie nunca debería de saber nada.  Nada de mí.  Ni siquiera yo, puede que me traicione y vaya y le cuente a alguien. Y hoy pienso en decir cosas que no son pero se oirían bien si las digo en el momento adecuado.  Quedan con la novela.  Traen nuevos desenlaces.  Escribí como dos poemas sobre reconocer a la gente cuando no  estaba (yo, no la gente) (bueno, en realidad no estábamos ni la gente ni yo).  Mi memoria me juega malos ratos.  Y yo sé ahora que la memoria es todo.  Que mi queasiness en esa vuelta en Constitución es sólo una percepción mía.  Que el momento en que sucedió y cómo la curva se volvía recta y luego curva otra vez, a parte de que fue una mera percepción, ahora es aún un menor fragmento de la realidad porque es el recuerdo de la percepción.  Los recuerdos se amoldan a lo que queremos creer que fueron las cosas.  Tú tuviste tu momento de catarsis.  En el que por cierto no confío mucho.  Yo creé el mío sin que la(s) contraparte(s) se enterara(n).  Y todavía me faltan algunas catarsis que tener.
 
Ahora me acuerdo de nombres que no debía pronunciar.  De cómo la sensación de bienestar que eso me causaba con el tiempo se fue haciendo otras cosas no tan bienestarosas.  Go, Johnny, go, go.  Johnny be goode.  Go, todo se va.  ¿Nos vamos con todo?  Depende.  Depende a dónde vaya todo.  Y en dónde estemos nosotros.  Si estamos en Londres no se va a poder.  Y estamos muy cerca de Londres ya como para volver atrás.
 
Y las cosas que podían tener los efectos más devastadores antes, ahora tienen el desconcertante efecto de no afectarme.  Lo único es que ahora sé que las percepciones son de todos, que no soy la única.  No solía pensar que mi percepción fuera la única válida.  Pensaba que la mía era la única parcial.  Que las demás estaban completas y que eran ciertas más allá de lo que podría yo llegar.  Pero no.  Todos, percepciones para todos.
 
Y todo esto es tan como túélustedesellos.  Las risas, francas, de la boca abierta y la cabeza echada hacia atrás.  Pero al final, la música llora y llorasn túélustedesellos con ella.  Se derriten y se van en algunos de los alaridos más dolorosos que he escuchado. Dolorosos para mí y por todas las razones equivocadas para los que ahora ya no pueden hacer ni harán nada al respecto.
 
Me doy cuenta, sí.  Siempre pasa esto.  Escribo lo mejor.  Lo que vale la pena.  Lo que es yo.  Pero esto no lo regalaré nunca.  Unca.  Y no, el post aún no se acaba.  Pero esque así duran los discos.  Y no, no escribiré un mail que vaya más allá de confirmaciones y pequeñas reclamaciones inofensivas.  Y miren, una segunda oportunidad.  Y tan diferente.  Como son las segundas oportunidades.  El problema es que los alaridos siguen ahí.

Se me cierran las ventanas.  Estoy cansada.  Necesito ir a una farmacia.  Necesito dormir.  Necesito que se acabe el Congreso.  Necesito empezar clases.  Necesito un trabajo.  Necesito empezar a hacer botones rojos y a mandar desempacar los artefactos de tortura medieval.  Necesito irmeafrancia otra vez.  Todo mientras me harto y quiero correr y tirarme en mi cama.  Y sería mucho mejor si estuvieras tú.  Si estuvieras en la cama tú también.  Pero no quiero que nadie se confunda.  Tú no es él.
 
Obviamente hay segundas oportunidades distintas, deformadas, que desollan y difterizan.  Pero esas son las que ya pasaron y que son tan NY.  Con los edificios y un cuadrito de cielo.  Un cuadrito entre edificios gigantescos alzándose de los dos lados.  Y mejor, mejor regresas a tu hogar.  La lluvia, semánticamente, me viene a fregar todo el panorama, pero hasta aquí iba bien la cosa.  Pero la música sigue llorando.  Llora todo el tiempo.
 
El problema de este disco es que no me deja echar la cabeza para atrás y por lo tanto no puedo reírme como la gente adentro.  Viéndolo, pensándolo, mejor, no es problema.  Es bendición.  Y ahora creo que los atorones son sólo cosas que luego no serán nada.  Como los que se atoran.  Ahora lo creo.  Mañana ya veremos.

Son las dos y media de la mañana. Me voy.  Lo único que tengo que decir es que la música llora.  Y yo no.  Me imagino el llanto solamente.  Solamente me lo imagino.